Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades - FCEH
Nuestra joven generación se encuentra en la situación que no le permite en ninguna parte, en absoluto, encontrar indicación alguna con respecto, al sentido supremo de la vida…
Nada positivo, es decir, nada en que creer, nada que respetar, nada que adorar, por lo que esforzarse, y todo esto es tan necesario, tan imprescindible para la juventud que ansía solo esto y lo ha ansiado siempre en todo siglo y en todo lugar.
F. Dostoievski
«Quizás habría sido suficiente un encuentro verdadero, para que su vida fuera distinta»
He aquí identificado —en este lúcido y provocador juicio del intelectual italiano Pier Paolo Pasolini— el punto álgido de la relación entre adultos y jóvenes y penetrada la carne viva de la posibilidad de educar.
Los términos son esenciales e inequívocos: un encuentro verdadero que introduzca en la vida de cualquiera una posibilidad. Se trata de la fundamental exigencia y, por lo tanto, del insuprimible derecho de todo hombre: ¡tener una posibilidad! Es decir, una ocasión para entender quién soy, qué es la vida y en qué consiste su verdadero valor.
El encuentro con quien ha penetrado más seria y hondamente en estas ineludibles interrogantes y, de alguna forma, conoce la respuesta —el maestro— es la única «posibilidad», al alcance de todos, sea cual sea su punto de partida, y es la esencia de la responsabilidad educativa.
Ofrecer este encuentro, crear las condiciones para su acontecimiento y permanencia es la gran apuesta de toda verdadera educación y la primera apremiante tarea de nuestra Facultad.
¿Cómo afrontarla? ¿Cuáles son las certezas del camino, el horizonte y la meta?
Antes que nada, un acercamiento serio y apasionado a la pregunta sobre el hombre — ya que de esto se trata en la educación: de una relación entre hombres— luego la identificación de las principales consecuencias en el campo educativo y, finalmente, a través de una reflexión crítica sobre la experiencia, la formulación de un método, cuyo eje será el fruto que nace por un lado de una comprensión apasionada de lo que supone e implica el «riesgo de educar», y por el otro, un compromiso serio y apasionado con el contenido de la propia asignatura.